sábado, 5 de enero de 2013

Cumpleaños en el cielo


Hoy amada abue cumplirías 93 años, ahora celebras una nueva vida espiritual. Desde este pedacito de tierra te abrazo espiritualmente confiando en que todo el amor que siento por ti sea llevado por mi ángel de la guarda hacia ti. Hoy al despertar me encontré con tu sonrisa y sonreí porque pude estar presente en casi todos tus cumpleaños contigo y cuando no se podía el teléfono me ayudo a decirte cuánto te amaba. ¡Que afortunada abue he sido porque siempre he podido celebrar tus cumpleaños! Recuerdo tu cumpleaños 91 pasamos todo el día juntas y esa ha sido mi mayor felicidad, te extraño un montón pero no estaré triste porque ahora tú estas más cerca que nunca de manera espiritual. Hoy vuela libre a donde tus alas te lleven. ¡Feliz cumpleaños mi abue bella!

La muerte de mi abuelita Naty hace un año me dejo un profundo dolor en el corazón, que siento que poco a poco ha ido desapareciendo. Esta mañana es su cumpleaños, al despertar sonreí y pensé en todos los cumpleaños que he pasado con ella, me siento muy feliz por eso, porque siempre pude estar y abrazarla. Cuando vivió en Estados Unidos fue más complicada abrazarla, recuerdo que pase un cumpleaños con ella, fue en 1994 no recuerdo bien que hicieron mis tíos, pero sí la felicidad de estar con mis abuelitos Naty y Moisés, eso hizo que no me sintiera tan triste por estar lejos de casa, aunque estuviera de vacaciones siempre he extrañado estar lejos de mi familia. Cuando me voy de viaje por trabajo también extraño a mi familia y mucho.

Mi abuelita siempre fue engreidora conmigo, recuerdo mucho cuando me hacía ensaladas de zanahoria con apio, no era tanto que me gustarán sino que me parecía mágico comer lo mismo que ella. Su recuerdo sentada en la esquina de la cocina comiendo mote dulce, es una imagen que me hace sonreir, creo que son de los pocos momentos que recuerdo en que mi abuelita disfrutaba como una niña. Ella no realmente no tuvo infancia, fue dura. Trabajo desde niña en los platanales de Iquitos, lavando ropa para ayudar a su mamá. Nunca me quizó hablar de su infancia, en el último año que estuvo con vida, traté de conocer su historia pero verla al borde del llanto cuando se lo pregunté hizo que desistiera de seguir insistiendo. Quedará como un misterio, solo sé lo que mi abuelito y mi abuelita me contaron: trabajo desde niña, se corto un dedo con el machete cuando cortaba esas grandes ramas de plátanos y que la goma de un árbol logro pegar, sin necesidad de operarla, su dedo funcionaba, cuando ella me acariciaba veía ese dedo gordito largo y mágico.
Hoy mi abue bella, ya no estás conmigo, ya no puedo abrazarte, ni acariciarte el rostro, ni besarte. Pero si puedo decirte cuánto te amo y que ese amor me acompañara hasta que nos reencontremos en una siguiente vida y aunque quizás ya no seamos familia, sé que el amor es lo único que no acaba con la muerte.  Hoy visitaré tu tumba como todos los domingos, solo que hoy es tu cumpleaños y es sábado, me pone algo triste mientras escribo no poder abrazarte, pero Dios es ahora tu vecino y esa es mi gran felicidad. Tengo en mi corazón guardados todos los recuerdos contigo, tus abrazos que me calmaban de la angustia de pagar mis deudas, todo lo podía soportar porque tú me abrazabas, cuando me echaba a tu lado a ver televisión, cuando me ponía a tus pies para ver tele siempre me alcanzabas tu almohadita, terca porque no lo necesitaba, pero por darte gusto siempre la usaba. Ahora de vez en cuando acompaño a mi tía Olga a ver televisión y me echo en tu lado, siempre me quedo dormida, quizás porque tú me acurrucas sin darme cuenta, gracias por eso mi abue, porque siempre llego tensa del trabajo y echarme en tu lado, me da tranquilidad. No me había dado cuenta hasta que escribí este post. ¡Vez nunca me has dejado! Estas cumpliendo tu promesa de cuidarme siempre, ya no puedo más estoy llorando mientras escribo, es que te extraño tanto. Me viene a la mente el recuerdo de nuestra despedida en el hospital de San Francisco, en el fondo ambas sabíamos que no nos volveríamos a ver, yo solo le te dije: Abuelita nos vemos en la casa… En el fondo sabía que esa sería la última vez que te vería, pero no quize llorar, no quería que vieras llorar, no sabes cuántas veces he pensado que debí volver para besarte, para aferrarme a ti, perder el avión, el trabajo, debí quedarme a tu lado. Cuando salí me puse a llorar como una niña, mi tío Hugo me consoló, yo no quería irme. Pero sabía también que sí volvía a tu cuarto, el dolor para ti sería más fuerte. Sabía que esa mañana le habías preguntado a Liz: ¿Vanessa ya viajo?, Liz te respondió que no, que ya iba. Cómo iba a regresar a Perú sin despedirme sin decirte adiós, mi corazón al recordar ese día se pone triste, todas las horas que demore en regresar a casa, las 4 horas dentro del avión en Houston solo pensaba que podía estar contigo, la cuenta de telefóno móvil me costó pagarla un año, nada de eso importa porque puede estar cerca de ti. Fue por el móvil que Liz me dio la alerta el domingo previo a tu partida: abuelita ha pasado su peor noche, se ha quitado todo. Creo que tenemos que prepararnos. Fue también por el blackberry Messenger que Liz con su: Prima dónde estas?, me alerto. No respondía Liz, eso me dio mala señal, pero no quería aceptarlo, quería creer que Dios haría un milagro, cuándo el milagro ya había sido hecho. Y el teléfon de mamá sonó: Tú habías partido. Que dolor más grande, tan grande como cuando murió mi abuelito Moisés, la diferencia es que yo estuve con mi abuelito, yo puede acompañarlo a pasar el umbral de la vida, nunca voy a olvidar cuando abrió sus ojos cuando le dije: Todo va a estar bien, al otro lado están tus papás esperándote, yo te amo mucho y nunca te voy a olvidar. Él abrió sus ojos, me miro y una lágrima cayo, él que nunca lo vi llorar, solo una vez cuando se despidió de Leo aquel año 2005, tal vez porque sabía que no volvería a verlo, siempre le tuvo un cariño especial a Leo, quizás porque le recordaba como fue él de pequeño, travieso.

Mi querida abue, bella, hermosa esta mañana antes de desayunar quería escribirte estas líneas de alguna manera para sentir que no estas físicamente, que estoy conversando contigo como cada noche al regresar de la oficina. Me haces mucha falta, mucha pero sé que también es hora de seguir adelante, de no doblegarme por las circunstancias, de luchar por lo que realmente quiero. Como me dijiste hace poco sin hablar: Amárrate los pantalones y lucha. Eso haré mi abue, seré una luchadora como tú. ¡Te amo! ¡Feliz cumpleaños!