“Los hombres y las mujeres están limitados no por su lugar de nacimiento, ni por el color de su piel, sino por el tamaño de su esperanza”. Esta frase de John Jonson, un hombre que nació en la pobreza y se convirtió en uno de los 400 hombres más ricos de Estados Unidos, me hizo pensar en mis sueños de niña. ¿Qué soñaba?
Mi primera respuesta: Con las estrellas, viajar a otros planetas, ser una astronauta. Papá me enseño a mirar las estrellas echados en el jardín de mi casa. Esos recuerdos de niña son uno de mis tesoros.
Mi segunda respuesta: En ser una gran doctora. Sueño que abandoné cuando Mirtha, mi hermana menor, se voló la uña de uno de sus dedos de la mano y la socorrí a punto de desmayarme por tanta sangre. Allí acabaron mis sueños de operar, del mandil blanco, del estetoscopio colgado en el cuello. Pero mis ganas de servir a los demás, siempre estuvieron presentes.
Mi tercera respuesta: Ganar el Pulitzer, por eso estudie periodismo porque deseaba cambiar el mundo a través de la prensa. Estudié con pasión cinco años de mi vida, sólo para darme cuenta que el periodismo no cambia a nadie, que es una industria como cualquiera, que se mueven intereses comerciales más que intereses sociales. Y termine por cosas de la vida, trabajando en una de las empresas más importantes de telecomunicaciones, enamorándome del mundo de la televisión por cable. Y hace sólo dos meses, mi pasión por el periodismo renació.
Mi cuarta respuesta: Enamorarme de un príncipe azul. De niña escribía muchos cuentos sobre hadas, sobre princesas encantadas, sobre amores de cuentos infantiles. Al crecer seguí pensando que los príncipes azules existían, me enamoré de chicos que nada de príncipes tenían, tan solo miradas de niños que me encantaban. Y cuando llegas a los 30, sabes que no puedes seguir soñando con ellos. Yo me resisto, por eso mis amigas más cercanos dicen que debo pisar tierra. A mí encanta tener los pies sobre la tierra.
Hoy sueño con darle a mi familia la tranquilidad económica que necesita para sonreír cada día más. Con formar una familia- cuando Dios lo decida- con hijos sanos, felices, soñadores, creativos y disfrutarlos en cada paso de su vida. Con un esposo que sea un luchador, inteligente, que tenga algo de niño y que su familia sea lo más importante. Para él. Sueño, porque no soñaba hasta hace 3 años. Y todo cambio cuando conocí una nueva forma de ver la vida, una nueva oportunidad de cambiar lo que no podía hasta ese momento. Hoy sé que a través de ese negocio puedo darle a mi familia, lo que necesita y sé que paso a paso, lo lograré.
Esta mañana sólo pensaba en el poder que todos tenemos dentro de nosotros para cambiar nuestra situación actual. Cuestionaba mi poca pasión para luchar por mis sueños últimamente, por mi desgano para cambiar mi situación actual. Y una galleta de la suerte, curioso, me dio una receta. Y encontré otra vez en los libros, un tesoro. Y aquí estoy escribiendo, en medio de la oficina, entre el ruido de las voces de la oficina, en medio de las mentes que van y vienen, y también pensando en él, en las cartas que le escribí. Pienso en tantas cosas esta mañana. Sólo amanecí deseando que mi mente cambiará, que finalmente me decidiera a trabajar en mí misma, leyendo, analizándome y poniendo en papel las cosas que realmente quiero cambiar y por las que quiero luchar. Y esta mañana lo decidí, lo quiero hacer porque no me gusta el papel de víctima, me gusta el papel de la heroína, de la luchadora, de la amazona que se enfrenta a los peligros sin miedo, con pasión, con la seguridad que va a ganar la batalla.
Desde niña siempre supe que llegaría a tener lo que soñaba. Sólo me distraje un par de años. Pero ahora con la experiencia adquirida en medio de libros, de mi trabajo pastoral, de las conversaciones casuales en la calle, de mis desamores, de mi familia, de mis amigos, de mi trabajo. Pero sobre todo en la oración, tan descuidada por mí, y recuperada hace unos meses, que me llena. A través de la cual, Dios ha podido decirme aquello, que yo sorda por conveniencia no quería escuchar. Y hoy me tiene aquí con el corazón en la mano, con la esperanza grande, con los sueños otra vez en la maleta, con mi sonrisa de niña traviesa y con mi diario bajo el brazo para empezar el camino- otra vez- Ese camino de lozas amarillas, al final del cual encontraré la cumbre, al hombre de hojalata con el que compartiré mi corazón y quizás un espejo mágico que me recuerde que soy la mujer más hermosa del mundo y no por rasgos físicos, sino porque esa belleza será producto de todo lo aprendido, será como dice Jim Rohn: “Más importante que el dinero que vas a tener, es la persona en la que te conviertes.” Sólo trabajando en mí misma, estaré más cerca de mis sueños de niña, de mujer.
10:37 a.m.
V.C.Y.