Me parece que hace miles de años
no escribo. Hoy domingo tengo unas ganas locas de escribir, aunque solo sea por
el placer de sentir libertad, de sacar los pensamientos a pasear.
En estas últimas 4 semanas mi
versión “Anti” ha hecho de las suyas, me convirtió en una mujer quejoza y como
que todo se alineo para que todo fuera “Terrible” y lo pongo entre comillas
porque en realidad fue el bien disfrazado de mal, ¡Aprendí! Lecciones que
llevaba como quinta nota, Dios ha sido generoso conmigo, me permitió aprender,
pasar el examen y de grado. Fue doloroso y valió la pena. Ahora estoy lista
para mirar con fe lo que viene.
Es increíble como puedes
desencantarte de las personas, es como si un hechizo se deshiciera y te
mostrará la verdadera naturaleza de las personas que se muestran como tus “Amigos”
se escudan en frases como: “Por qué soy tu amigo te lo digo” “Quien mejor que
yo para decírtelo” Y el peor: Te enteras porque de “casualidad” escuchaste lo
que decía de ti, cuando creía que no estabas.
Ha sido unas semanas de aprendizaje acelerado.
Hace 8 años la frase: “No lo tomes personal”
me molestaba, ahora la entiendo y hasta lo agradezco cuando me lo dicen porque
si te lo dicen es para mejorar. Quisiera condensar en una sola frase lo
aprendido y no puedo. Llevaba semanas buscando una respuesta, oraba y le decía a
Jesús: “Dime ¿cuál es la respuesta? Y como solo Dios sabe hacerlo me lo dijo en
oración y como para que no me quedará dudas me lo dijo a través del sacerdote
que me confesó hace una semana: “Nosotros vivimos no para agradar a los
hombres, sino para agradar a Dios”. Este
ha sido la gran lucha de mi vida desde mi adolescencia porque no siempre
agradar a Dios es el camino más hermoso.
No, pero vale la pena. Solo he sido consiente del valor que tiene servir a Dios
cuando escuché su voz diciéndomelo, ¿a Dios no le voy a discutir? ¿Verdad? Sería el colmo de la soberbia
hacerlo. He meditado su mensaje y también el mensaje del sacerdote: Vivimos
para agradar a Dios.
No me arrepiento ni un minuto de
decidir servirlo, dejando los excesos del mundo. Sé soy juzgada por mis
conocidos y no me importa porque sé que le agrado a Dios y debo hacer el 110%
para que Dios se sienta más orgulloso de mí.
Esta semana empecé la
metamorfosis del pensamiento, y cuando lo decides, el de la cola fastidia más,
allí es cuando la oración y el deseo ardiente de agradarle a Dios debe ser lo
primero. No trato de convencer a nadie de que crea en Dios, pienso que cada
persona tiene su momento con él, pero en lo que sí me debo preocupar es en ser
ejemplo de seguidora de Cristo.
No me detendré porque sí abandono
mi proyecto, seré una más del montón, y me fallaré a mí mismo. En Dios encuentro mi paz y
prosperidad. Ahora a cuidar en esta nueva semana mis pensamientos y acciones.
Lo logre durante el ayuno de malas palabras y críticas. Pensé que no lo
lograría y pude. Eso me demuestra que cuando el por qué es fuerte, el cómo
aparece.
En este nuevo domingo me
comprometo nuevamente con mis sueños y con la medicina llamada sonrisa.