Aprovecho una pausa en el viaje de trabajo a Chimbote, ya falta solo una hora para irme a Lima. ¡Cómo extraño mi ciudad! Una de las frases más comunes que lanzaron mis amigos cuando les conté que por trabajo iría a Chimbote fue : ¡Huele horrible!. Sin embargo, el olor no es tan fuerte como imaginé. Diría incluso que el olor es casi imperceptible o ¿quizás me sentí en casa al caminar frente al mar?
Aún sigo conmovida por la fiesta de San Pedrito, ver la cantidad de personas entre pescadores artesanales, periodistas locales, armadores de grandes embarcaciones, bolicheras y personas del puerto me mostraron una vez más que el Perú es un país de tradiciones, que debemos fortalerlas, trabajar en un plan nacional para revalorar las fiestas patronales que más allá del valor religioso que puedan tener, unen a las persona, logra a través del fervor unir por unos días a personas de distintas clases sociales. En Chimbote he notado muy vivamente la diferencia entre el que tiene y el que no. Mientras un pescador artesanal con la justa lograr reunir 1000 soles en un día, un pescador de bolichera puede lograr 7000 soles en un día. La alegría del Sr. Enrique Pereda al ganar el primer puesto del Primer Festival de bolicheras auspiciado por Telefónica, me llenó de orgullo porque son ellos, los pescadores artesanales lo más marginados. Cuando estuve en el muelle artesanal logré percibir la gran necesidad que tienen de reconocimiento, de ayuda. Me salió caro la movilización en chalanas para los periodistas, sin embargo pienso en que para ellos es más difícil conseguir la cantidad que me pidieron en un día normal de trabajo.
Cuando me topo con este tipo de realidad me preguntó porque en el mundo existe tanta desigualdad, tanta diferencia económica y la respuesta es la misma: Nada cambiará hasta que aprendamos a ser solidarios con el otro, con el prójimo. Y hoy mientras esperaba ingresar al muelle de ENAPU y veía a tantas personas entre niños y adultos haciendo cola para ingresar para tentar un lugar en alguna de las embarcaciones que saludarían a San Pedrito en el mar, pensaba que aún vale la pena seguir creyendo en que este mundo tiene salvación, en que mientras los seremos humanos tengamos la capacidad de poner nuestra fe en las tradiciones, podemos salvar la esencia hermosa que tiene nuestro país: Un lugar místico, en donde la fortaleza de su gente que nace de la historia milenaria que nos une con la tierra, con el sol, con el mar y la luna.
Vivir la fiesta de San Pedrito en la embarcación oficial me dio esa perspectiva de ser nada frente al mar inmenso y peligroso si se lo propone. Pero también con la sensación de estar en casa, estoy segura que en mi otra vida viví en el mar, siempre que tengo la oportunidad de estar cerca del mar, esa misma sensación de pertenencia me inunda el alma y sólo quiero sentir que nada pasará mientras este cerca del mar.
He encontrado historias en Chimbote, un descubrimiento como mencionó Rocío ahora mientras regresábamos en taxi al hotel. Este viaje me ha dado historias que contar, sensaciones nuevas. Y sobre todo ha refrescado mi alma un poco cansada de vivir atrapada entre las dudas.
Cuando logré subir a donde estaba la imagen de San Pedrito, en mi afán de tomarme una foto con él, busqué con la vista a alguien amable que me la tomará. Mis ojos pararon en una hermana vestida de gris. Su sonrisa amable y su buena disposición para tomarme la foto, hizo que empezáramos una conversación muy espiritual… Por eso se dice que Dios siempre te pone a las personas que necesitas en el camino. La hermana María Rosely con su testimonio de vida, el encuentro de su vocación de servicio logro revivir en mí el deseo ferviente de seguir siendo parte activa de la Iglesia Católica, buscar ese cambio que ella necesita para ser lo más parecida a la Iglesia de los pobres que el buen Jesús vino a instaurar en la Tierra. Sé que Jesús debe estar contento de tener a la hermana María Rosely en su equipo, cuando me encuentro con una religiosa con ojos brillantes cuando habla de Dios, cuando noto en sus palabras sinceridad y preocupación real por sus hermanos, allí sé que Dios ésta y me quedo tranquila porque sé que hay una persona más que rezará por los que perdemos la fe, la fuerza y entusiasmo en Dios. Sólo por este momento con la hermana María le doy gracias a Dios. Ella me fue presentando a las aspirantes a la congregación a la que ella pertenece. Me sentí como una persona muy famosa jaja me presentaba como si fuera una periodista muy conocida: La mejor periodista que existe. Tal vez porque fui muy sincera y clara con mi forma de ver a Dios y la religión, el deseo de Dios de que el hombre sea feliz por encima de todo. Confío en que continuaré en contacto con la hermana María, y que pronto sabremos de ella. Quien sabe puede ser la próxima Madre Teresa, tiene todo para serlo.
Se va acercando la hora de partir para Lima, mi corazón y mi alma están allí. Es hermoso escuchar a mis papás decir que me extrañan. Yo también los he extrañado en las noches cuando me quedaba sola en mi cuarto. Porque estos días de trabajo han sido intensos, pero me tocaron unos maravillosos compañeros de viaje, de los cuales he aprendido a ver la vida con tranquilidad. Confirmó que Dios pone en mi camino personas que me ayudan a poner las piezas en su lugar, en este rompecabezas llamado Vanessa que va tomando finalmente su forma claramente, que ha descubierto en este viaje que ha mejorado su manejo de situaciones, que no se estresa cuando las cosas salen de su control y que sabe sonreír a pesar de los desafíos que se presentan en su camino. Este primer patrocinio en el que participo ha sido un viaje de mucho aprendizaje jaja las historias que mis compañeros de viaje y yo podemos contar son muy graciosas. Y estoy segura que las contaré poco a poco.
He disfrutado mucho este viaje, empiezo a creer que saldré del túnel para finalmente ver la luz al final. Como le dije a la hermana María: “Mi tarea personal es confiar plenamente en la voluntad de Dios, en abandonarme a su providencia. No es fácil pero quiero hacerlo porque Dios me ha dado muestras patentes que si me abandono en él, nada es imposible.” Y sé que Dios no nos abandona, no me abandona porque su amor lo he sentido en estos días en esos pequeños detalles, en las conversaciones en la cena con los periodistas, en las caminatas buscando la nota, en el corre corre del domingo para lograr armar la nota para los canales, en la buena disposición del sr. Pereda ganador del Primer Festival de bolicheras de Telefónica y su familia para recrear la decoración que los hizo ganadores y en las vivas que se gritaban esta mañana en honor a San Pedrito, una imagen de apenas 90 cm que congrega y paraliza a su alrededor Chimbote, el puerto pesquero olvidado del Perú… Y amado por Dios porque les dio a San Pedrito para reavivir su fe en esta vida de mar que es dura, que es injusta a veces y de la que todos se olvidan cuando San Pedrito sale al mar entre marinera, huaynos y pallas.
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