domingo, 21 de noviembre de 2010
Martincito, santo de amor al prójimo
Hoy al regresar a casa sobrecogida por tanta devoción a San Martín de Porres, reflexionaba sobre la homilía del Arzobispo castrense Salvador Pineira: “Por qué tenemos que vivir de las rentas del pasado. Por qué en la Lima del 1600 se encontraban los Santos en estas mismas calles, ¿por qué no hora vivir en santidad?” Y mi respuesta interior fue: Por qué nos falta amor al prójimo.
No recuerdo cuando empecé a acompañar a mi tía y mi abuelita a la misa de Martín de Porres, mis recuerdos se remontan a cuando usaba vestidos de bobos. Lo si recuerdo era que tenía un gran cariño por el negrito que sacaban en un anda llena de flores y a quienes todos aplaudían, blancos, negros, mestizos. ¡Un negrito! De mi corta experiencia los negros eran personas sin educación, y eso porque me dejaba llevar por los comentarios de algunos familiares. El paso de los años me enseñaría que entre blancos, mestizos y negros existe de todo. Uno de mis mejores amigos es negro, a mí me gusta llamarlos así porque no le pongo carga negativa, el color no determina nada. Lo que determina algo, si se quiere en esta vida es el alma y el alma se conoce en las actitudes de las personas.
Pero volviendo a mi experiencia de hoy en la misa. Sentí tanta fe de esas personas congregadas en torno al altar levantado a las afueras del Monasterio Dominico, que mi corazón se lleno de amor. Ya no hay la multitud que me asfixiaba de niña, hoy son menos pero vi con alegría que también hay aumentado los niños que escuchan con atención las palabras del Arzobispo. Si bien mi fe en estos dos años ha pasado por etapas complicadas, nunca dejaré de creer en el creador y más en los hombres como Martín de Porres que amo a sus hermanos como Dios nos enseño, por encima de los prejuicios de esa época virreinal. Esta mañana me llene de entusiasmo, de emoción, casi lloro con la pasión que le puso a sus palabras Monseñor Pineira porque sentí en mi corazón que ese sacerdote, si ama a Dios por encima de los convencionalismo y lo retrograda que puede ser algunas reglas de la Iglesia.
Pero esta es mi fe, es la fe que confirmé en la confirmación a los 25 años. Yo vivo feliz siendo católica. Sin embargo, las experiencias espirituales que he vivido en estos dos años me llevan a afirmar con convicción que todas las religiones conducen a Dios por qué, Dios vive en nuestro corazón, sólo él puede juzgarnos, si queremos llamarlo de alguna manera. Yo vivo feliz desde que sé que Dios está más cerca de mis pies, de mis manos, de mis ojos… De mi corazón, solo basta cerrar los ojos, poner mi mano en el corazón y sentir mis latidos, allí vive Dios.
Hoy fue con un pedido especial para Martín, un pedido y una promesa. Martín sabe que mi corazón busca una respuesta, y sabe que Dios siempre quiere lo mejor para mí. Por eso le pedí el favor a Martín para que sea lo mejor para mí. Amo estar cada tercer domingo de noviembre cerca de esas calles, de esa portería que camino mi amigo Martín llevando curación, consuelo, compasión en una Lima llena de frustraciones, marginaciones y desigualdad. Hoy renuevo mi fe en un santo que supo ser hermano solidario desde su humilde condición de clérigo dominico. Y sé que Dios le ha dado la gracia de seguir ayudando a sus hermanos después de su partida física de la tierra.
Como una niña me compré algunos recuerdos, recibí una estampa de recuerdo de Martincito de un hermano de la hermandad que estaba a dos pasos delante de mí. No como para tenerlos de adorno sin para mirarlos y recordar que yo también estoy destinada a servir a mis hermanos como Martín, a través de las cosas que sé.
Hoy mientras las personas que estaban en la plaza se desesperaban por recibir la comunión, de padres que apenas podían darse paso entre la gente, pensaba: Dios si es tu deseo que reciba tu cuerpo, el sacerdote llegará a mí. Anime a mi tía a que se acercará a recibir la comunión entre una docena de persona que apenas la dejaban acercarse. Con convicción le dije: Vas a comulgar, el padre vendrá hasta aquí. Mi tía y una señora que estaba a mi lado, me dijeron: Si, crees. Si lo creo. Y así fue. Uno de los hermanos negros que llevaba el cartel de madera de Comunión me guiño el ojo cuando señale a mi tía para que comulgue, ser un poco más alta me ayuda. Me hizo gracia porque fue como si el propio San Martincito me guiñara el ojo. Y fue así porque se quedo allí, no avanzo más y mi tía, la vecina de mi lado derecho comulgaron. Pasaron unos minutos y un padre se acerco diciendo: ¿Quién va a comulgar?, levanté mi mano y el padre vino a mí. Sonreí y recibí a Cristo Eucarística con una sonrisa, Gracias Jesús porque has querido quedarte en mi casa hoy.
Llegue a casa y compartí un desayuno en familia hasta vi tele con mi hermana, hoy salió en domingo al día porque le hicieron una nota por Arashi. Y eso me hizo feliz. Solo caí por la alergia y dormí hasta las 3:30 pm, mi cuerpo necesitaba recuperarse. Y ahora sin internet en casa, desee compartir mi experiencia de fe hoy con ustedes mis amigos. Más allá de si creen o no en Dios, déjense llevar por los latidos de su corazón, ¿Alguien tuvo que hacer esa maravilla? O ¿hoy con todos los adelantes médicos se ha creado un corazón capaz de latir como el que late en tu corazón, en mi corazón? La respuesta la tienes tú.
V.C.Y
33 AÑOS
6:19 PM
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario