1:09 a.m.
Me cuesta dormir. La noche me invita a reflexionar sobre no sé: el amor, el trabajo, la vida, los amigos, las deudas, el sentido de mi vida. No sé, a veces creo que debería dormir temprano, siempre busco una excusa para desvelarme, esta noche fue Mi corazón insiste protagonizada por mi bello Jencarlos Canela y como no desvelarse por semejante bombón jaja!! Pero ya lejos de gustos fanáticos.
La noche me permite escucharme, paran los pensamientos, se detienen como dándome tregua para mirar más dentro de mí, para escucharme. No sé, si siempre fue así, no lo recuerdo bien. Anoche me perdone por haber amado tanto, lo perdone. Perdoné al gran amor de mi vida, y le di las gracias por todo lo que me enseñó. Me levanté liberada el lunes, feliz, radiante como si me hubiera quitado un gran peso de encima y por qué no escribir de ese gran amor.
Lo conocí cuando tenía 15, yo 17 años. Mi amiga del cole quería que todos sus amigos fueran a la fiesta de promoción. Así que eligió uno para mí, puedo decir que la idea me puso nerviosa. No lo conocía, solo conocía a sus amigos y la verdad ninguno de ellos me gustaba, así que tenía cierto temor de quien sería mi pareja. El día del encuentro lo recuerdo claramente: El llego vestido en overol de jean, era la moda en el 94, para tener la edad que decía que tenía no parecía, quizás porque era mucho más alto que yo. No puedo negar que me gusto desde que lo vi, así que me puse mucho más nerviosa de lo que esperaba, él como yo era tímido. Así que los chicos del grupo se encargaron de crear situaciones para que habláramos, me acuerdo que me preguntó si me gustaba el cine, le dije que sí. Recuerdo también que nos apagaron la luz, más infantiles los chicos. Todo absolutamente me ponía nerviosa.
Llego el gran día de la fiesta de promoción, los nervios por supuesto estaban a flor de piel. Me vería bien, que le digo, de qué hablamos. No recuerdo bien si después de aquella vez en casa de W volvimos a vernos. Cuando me llamó por teléfono para decirme que iría a recogerme con J y que demoraría porque tenía un tema con el carro, simplemente me enamore y mi tía Olga de él jaja!! Me parecía un chico muy educado. El teléfono de casa era el único testigo-antes- de la ansiedad de una chica jaja! Hoy el celular o blackberry se convierte en el penitente de la espera. Al llegar a mi casa D, los nervios me traicionaban, llegue hasta arrepentirme de ir a la fiesta, un dolor de estómago siempre te salva de apuros, pero no mi tía no dejo que eso sucediera. Me dijo: el chico esta abajo, es bien guapo. Ese argumento y la aprobación de mi tía me convencieron.
Al bajar y entrar a la sala verlo en azul jaja me dije: Es mi príncipe azul. D era muy cuidadoso en todo, todo un caballero. Creo que también yo lo ponía nervioso, solo me saludo y sonrió con la misma sonrisa que 9 años después me haría perder la cabeza. Me enamoré de esa sonrisa. Al salir de mi casa, caminando hacia el carro, me dijo que me veía linda, eso me sonrojo y solo le dije gracias, tú también y se rió con ese tono especial que tiene su risa, que a los 33 años me hace aún reír.
La fiesta de promoción fue la clásica fiesta con protocolo, los papas en otro ambiente del local, las chicas con sus parejas en mesas. Para mí, que siempre creí que Fabián, mi vecino y primer enamorado, sería mi pareja de promoción, estar al lado de D me pareció algo fuera de mis planes, pero me gustaba.
Conservo una foto de aquella noche, hace mucho que no la veo, pero sí recuerdo cada detalle, ambos sonreírnos y nos vemos tan jóvenes. Creo que mi papá la tomó mientras bailaba con D y bromeábamos con sus amigos. Pienso que esa noche ambos nos enamoramos. Quería verlo después pero cómo hacer, una chica carmelitana no puede decirle a un chico para verse luego, qué hago, mi pulsera se me cayó y él ofreció guardarla en su bolsillo. La excusa perfecta, yo olvide pedírsela antes de irme, una buena táctica. Bailamos toda la noche hasta las 6 de la mañana en que mis padres decidieron que era hora de irse.
De pura emoción no dormí hasta que sonó el teléfono, era D y yo emocionada no sabía que responder: “tengo tu pulsera, ¿te la puedo llevar hoy?” Claro dije. Las horas pasaban tan lento, ya quería que fuera de tarde para que llegue D. Cuando sonó el timbre bajé corriendo las escaleras, abrí la puerta de la sala y allí estaba él con esa camisa a cuadros que le sentaba tan bien. Hola, hola repetí. Lo invité a pasar y conversamos un largo rato en el sillón, ya no recuerdo como fue exactamente pero creo que me dio la pulsera y me dijo algo como que si yo no me había dado cuenta que él buscaba una excusa para volverme a ver. Yo solo pensaba que tenía en frente a un chico menor que yo, que me gustaba mucho, si era correcto estar así tan cerca de él. D siempre ha sido como un imán para mí. No recuerdo en qué momento después de colocar la pulsera en mi mano, me preguntó si quería estar con él, yo solo dije: sí. Sonrió, se fue acercando lentamente hasta mí y me beso, solo para cerciorarme que efectivamente nos estábamos besando abrí los ojos y sí, era real lo estaba besando.
Lástima que nuestra relación duro un poco más de 2 meses, solo 6 años después supe las razones por las que termino conmigo. Me costó levantarme de esa ruptura, porque a pesar del poco tiempo juntos, D siempre fue detallista, me presentaba con sus amigos como un orgullo como quien presenta una joya preciosa, así me trataba él como una delicada joya.
Pasaron más de 9 años para que cicatrizaran las heridas y cuándo pensé que ya todo lo había superado, volvió a mi vida con más fuerza que antes. Viví intensamente a su lado, sin un compromiso de por medio, quizás porque no quería que desapareciera otra vez de mi vida. Me aferré a él, acepte sus condiciones aunque yo no estaba de acuerdo, solo por no perderme mirar esos ojos negros, esas noches de conversa entre botellas de vino, los temas parecían interminables. Él y yo siempre tuvimos una conexión muy especial. Pero se fue de mi vida otra vez, sin despedirse. Lo odie por unos años más.
En el camino me enamoré de otros chicos, pero siempre D fue como una espina clavada en el corazón. Y como si la historia no se terminará nunca, volví a caer en la seducción de sus besos, de su conversación de mundo y la forma de llamarme Vane coger mis manos entre las suyas, que me hacían perder la ecuanimidad jaja!! Ahora que lo recuerdo, me da un poco de roche, pero D es un seductor nato y yo nunca he podido decirle que no.
Aprendí a decirle que no cuando me di cuenta que mi vida no iba a ningún lado, que no podía bailar al son de su seducción, que yo no quiero ser parte de unan lista. Yo quiero ser la mujer especia de alguien. Por eso fue que decidí darle fin a ese círculo vicioso con D, la historia de nunca acabar.
En un intento desesperado de hacerlo reaccionar, más ilusa, le escribí un e-mail diciéndole que le deseaba lo mejor, que él no era para mí. En fin, intenté en pocas líneas decirle que lo amaba pero si el no estaba dispuesto a arriesgarse por mí que siguiera su camino. Y vaya que lo esta haciendo, no respondió no llamó ni nada desde diciembre del 2010. ¡Mejor así!
¿Ya lo olvidé? Lo correcto es decir ya me perdoné y lo perdoné. Estoy agradecida con D porque me enseño a ser clara con lo que quiero, me ayudo a revalorarme como mujer, pero sobre todo creo el concepto de la relación de pareja que no quiero.
Fue un gran amor, sin duda lo fue y lo será. Y viviré agradecida por haberlo tenido en mi vida.
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