A diario viajo una hora y media en combi, media
hora para llegar a mi trabajo en la avenida Arequipa y una hora para regresar a
casa por la ruta de la avenida La Marina. En el trayecto aprovecho para leer,
meditar un poco e imaginar que hay detrás de los rostros de las personas que
suben a diario. Algunas veces, imagino que por sus expresiones faciales no la están
pasando nada bien, muy pocas veces veo gente sonriendo, por eso cuando sube
alguien y dice: ¡Buenos días! Hace que deje de leer y captura mi atención,
pienso: Esta persona debe ser muy entusiasta.
También están las señoras con sus hijos, que apenas
pueden con tanto bulto: mochila del niño, cartera y bolsa del mercado, encima
los niños lloran porque no quieren ir al colegio. Gracias a Dios que existe los
asientos reservados para estas pobres mamás que seguro no tienen ayuda. También
están las chicas oficinista, bien arregladas con tacones altos, carteras
grandes y cabello recogido. No faltan las que se maquillan en la combi, hasta
ahora no logro entender como hacen para usar el delineador líquido sin pintarse
más allá de los ojos. Yo no logro ni siquiera hacerlo en tierra firme frente a
mi espejo ¡Las admiro!. También están las chicas que como yo van leyendo: algunos
cuadernos que se notan de academia, están subrayados y veo en sus rostros el
apuro de aprenderse todas las fórmulas antes de llegar a su destino. Yo sólo
tengo que memorizar los decretos y afirmaciones que hacen que mi llegada a la
oficina no sea tan traumática.
Ah, me olvidaba de los cobradores, la mayoría
de ellos son maleducados, claro dependiendo de qué entendamos por educación.
Quizás para ellos, sea educado decir: Señorita, ya pues avance al fondo,
mientras sientes su voz chillona en tu oído. Pero también existe una clase de
cobradores, que te saludan al subir, te agradecen cuando le pagas el pasaje, te
sonríen y hasta te dicen hasta luego señorita. Yo quiero encontrarme con ellos
más seguido, premiarlos por su buen servicio. Una vez, me toco un cobrador que
me ayudo a bajar mi maletín de Herbalife en un micro abarrotado, con educación
bajo a todos los pasajeros que estaban cerca a la puerta para que yo y mi
maleta bajemos. Dios siempre me sorprende, ese día no fue el mejor en la
oficina y aquel gesto de amabilidad, me devolvió
la sonrisa. Fue una caricia de Dios.
Son las historias de las personas que suben a
vender cosas o a compartir su desgracia las que captan mi atención. Siento que
soy la única que los mira, a la única que le importa lo que dicen, así haya
escuchado la historia más de una vez. Para mí, es como darle una palmada en la
espalda diciéndole: No te preocupes, yo te escucho. Me interesa lo que me
dices. Sé que ya para ti es complicado y hasta vergonzoso subir y desnudar tu
alma en público. A veces me dan miedo las historias de ex presidarios, sus
caras muchas veces no son las más bellas, pero he aprendido a reconocer quiénes
mienten y quienes dicen la verdad. Gracias a Dios cuando he sido generosa, no
los he vuelto a ver subir. Eso me tranquiliza, me da ánimos y siento que no
todos son malos.
La historia que escuche esta semana, de un ex
presidario me conmovió. Yo venía pensando en que ya no me apasiona ir a la
oficina, estaba renegando para ser sincera: Recién había cobrado y todo se
había ido en pagar cuentas, solo me quedan 110 soles para pagar mi almuerzo y
como 500 soles que me faltaban pagar. Como de costumbre iba leyendo las últimas
páginas de Raro de Renato Cisneros. No
lo vi subir, escuché su voz cansada que decía: Disculpen que suba así al carro,
seguramente se han enterado que ayer liberaron a un grupo de reos de… No
recuerdo el penal que mencionó, me asuste un poquito porque pensé que era un
prófugo, un leve escalofrío me recorrió desde la cabeza hasta el corazón. Levanté
mi vista y me encontré con un rostro luminoso, cansado pero que decía la
verdad. Él explicaba que en la cárcel, él se dedicaba a hacer canastas, porque
él es artesano. Envía cada tres meses dinero a su esposa y padres, pero anoche
que los guardias supieron que lo liberarían, le quitaron su dinero y su ropa, y
que lo habían soltado solo con lo que veíamos: Un polo, jean y sandalias. Esa
mañana fue la más fría de Lima. Él continuo con su oratoria: Fácil sería para
mí hacerle daño a una señorita y quitarle la cartera, pero yo no quiero volver
a delinquir. Por eso, he venido caminando desde la avenida México, nadie me
quiere llevar al norte, soy de Chiclayo. No tengo dinero para comprarme un
pasaje, por eso subo para pedir una limosna para comprar una bolsa de galletas
o caramelos, para vender y sacar para mi pasaje. Si tienen un pan o una fruta y
me la quieren dar, se los agradeceré porque ni para un pan tengo. Yo que estaba
por bajar, sentí que su voz adolorida decía la verdad. Oré por él, le pedí a
Dios que lo que yo le iba a dar, le devolviera la fe en las personas, que hay
personas que creemos que pueden regenerarse, que no porque la justicia no
funcioné, se debe desanimar. Vi con alegría como las manos se extendían para
darles unas monedas, yo saque el billete de 10 soles, lo doble en cuatro y me
preparé para dárselo. Cuando llego a mi sitio, se lo entregue en las manos,
creo que él apenas y vi el billete, me miro y me dijo: Que Dios la bendiga, le
respondí: A usted más y sonreí… Ore con mucha fuerza para que ese dinero que le
di, lo ayude a tener fe en Dios y que consiguiera su meta de volver a su casa,
con su familia. Confió en que así ha sido.
Él bajo antes de yo, me hubiera gustado bajarme
con él para decirle que no pierda la fe en Dios, que no cambie de idea de
regenerarse y que ame a su familia mucho más. Pero, no fue así. Solo oré y sé
que Dios escucho. Me lo imagino en Chiclayo, armando canastas y vendiéndolas, riéndose
con su esposa e hijos. Ese encuentro me llevo a una reflexión: ¿Qué esta
haciendo la justicia con esos seres humanos, que cometieron un error y que
desean reinsertarse a la sociedad? ¿qué clase de autoridades tienen en las
cárceles? Qué indignación escuchar su historia, él decía se deben haber
enterado por las noticias que un grupo de reos ha salido. Yo busque la
información en google: Nada. Llegue a casa en la noche y le pregunté a mi tía
Olga porque ella siempre después de su novela ve ATV Noticias, y me dijo que no
había salido nada, exclamo: Cuantos saldrán y no le dan importancia, no es noticia.
Y tiene razón, no es noticia quitarle a un reo el dinero y sus pertenencias, no
es noticia quitarle la fe a un ser humano que pago su pena, no es noticia que
un ser humano tenga que subir a mendigar a una combi para volver a ver a su
familia, no es noticia sentir dolor por un ser humano que como yo merece una
segunda oportunidad.
Confío en que alguna vez sea noticia: “Ex reos
sacan adelante hogar que acoge a ex reclusas mientras logran contactar a sus familiares.
Hogar se mantiene vendiendo los productos que elaboran los reos de las diversas
cárceles del Perú”.
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