viernes, 12 de febrero de 2010
Adiós abuelito Lucho
Una llamada nocturna anunció la partida del abuelito Lucho. Yo aquella noche llegue a casa cerca de la una de la mañana. Mi tía Olga no fue muy dulce para decírmelo. Algo me decía el miércoles en la noche que no debía ir a casa de Noemí, sin embargo las cosas suceden por causalidad. Me hubiera gustado ver a mi abuelito en su camita, y no en el ataúd.
Creí estar preparada para la partida de un ser querido, ahora pienso que la muerte es sólo una puerta a otra vida, en la cual sólo hay paz y amor. En la cual el ser humano olvida- para bien- los sentimientos negativos que aprendemos en la tierra. Sin embargo, lloré. Lloré mucho, siempre creí que cuando muriera mi abuelito Lucho la pena no sería tan grande, quizás porque mis recuerdos con él pertenecen a la niñez. Durante mi adolescencia y adultez mi abuelito estuvo ausente. Sólo la línea telefónica nos comunicaba. Y sin embargo, lloré y estoy triste como si hubiera compartido toda una vida con él. El día está por terminar y no sé como explicar como me siento, realmente estoy triste. Y la única manera de hacer que desaparezca la tristeza es escribiendo.
Mis recuerdos con mi abuelito serán siempre mixtos con queso y jamón, agua gasificada San Mateo, unas cortinas blancas delante de unas ventanas que dan a la calle Wilson. Una mesa blanca, un bar detrás donde conversaban los adultos y el abuelito. Mientras Mirtha y yo comíamos mixtos. Su sonrisa grande, sus palabras cariñosas. Y de esos 18 meses en Lima, sus ojos grandes, su sonrisa, su alegría al vernos aunque no supiera quienes somos, el Alzheimer es una enfermedad que te mata los recuerdos, verlo así me entristecía y sin embargo pensaba que era mejor que estuviera así para que no recordará que estaba en Lima y no en su Tarapoto querido.
En un mes y 9 días hubiera cumplido 87 años… Su rostro post muerte bien arreglado, dejaba la sensación que los años no habían pasado por él. Ni una arruga. La muerte se lleva los recuerdos y las lágrimas no alcanzan para calmar tu alma, tu tristeza. Ver a mi mami tan dolida, me afecto tanto que no pensé más en mí. Ha sido un día de muchas despedidas.
Los recuerdos de mi abuelito vienen a mi mente, hace sólo una semana le estaba dando de comer mazamorra morada, platano y lo ayude a acomodarlo en su cama. Su cuerpo frágil me recordó a mi abuelito Moisés. Todos los ancianitos pierden masa muscular y eso les da un aspecto de fragilidad que me enternece. Así veía a mi abuelito: Indefenso ante el paso del tiempo.
Mi corazón ahora entiendo que quizé más de lo que pensaba a mi abuelito, no pude seguir cantando durante la misa de cuerpo presente, las lágrimas brotaron. A mi costado mi prima Marilú también lloraba. Ambas en silencio llorábamos, mirando el ataúd del abuelito listo para ingresar a la cremación. Allí donde sus huesos se vuelven polvo y queda en el recuerdo, su cuerpecito frágil, sus manos grandes y sus ojos vivarachos.
Mañana será otro día de recuerdo para mi familia. Mañana mi abuelito Moisés cumpliría 99 años, y hace 4 años que se fue. El tiempo pasa, casi sin darnos cuenta. Sólo existe el hoy, y hay que vivirlo tan intensamente que no quede miedo a dejar nada inconcluso cuando nuestra misión en la tierra haya terminado.
He recibido varios mensajes de mis amigos sobre la tranquilidad que debo tener en este momento y estoy tan agradecida por cada uno de ellos, por el tiempo que se dieron para escribir, para animarme. A mis compañeros de trabajo que estuvieron conmigo en el velorio, realmente un bello detalle y lo guardaré en mi corazón. Las llamadas telefónicas, ¡gracias!
Han sido dos días intensos pero cálidos a la vez, porque hemos llevado la tristeza de la partida del abuelito Lucho en familia. Sabemos que nos encontraremos al final de los tiempos con él. Abuelito Lucho nos has precedido en el camino y ahora nos queda vivir intensamente el hoy para que al encontrarnos no nos separemos nunca más.
Yo me quedo con tu sonrisa del lunes 1 de febrero, con tu abrazo cálido. Tu carita y tu manito feliz diciéndonos adiós. Yo volví una vez más para verte, aquel lunes. Y me recibiste nuevamente con esa sonrisa, te pregunté: “¿Abuelito estas bien?. Me miraste con ojos vivarachos y me dijiste: “Si hijita estoy bien, vete tranquila”… Y sonreíste. Creo que tú sabías que te ibas, por eso nos regalaste a mami y a mí esa sonrisa grandota y te quedaste tranquilito en tu cama. Para que no sintiéramos pena de dejarte. Aun recuerdo que revise tu armario, tu espacio revisando que te faltaba para traerte en la próxima visita. Ahora tu pasta dental y tus jabones no llegarán a su destino. No me queda más que decirte que te voy a extrañar más de lo que pensaba y te agradezco por todo el cariño que me diste en estos 18 meses. Te llevo en el corazón.
V.C.Y
11:53 P.M.
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