sin nombre... Y la noche cubrió las lágrimas que arrojaban sus ojos,
y la brisa nocturna calmaba la rabia que llevaba dentro.
Tus ojos se detienen en su rostro, y sólo quieres desaparecer
y te quedas quieta,
te quedas dormida... Ya nada más te importa que callar las voces que te gritan dentro.
Y te quedas dormida en la profundidad de la caverna en la que habita tu alma.
Y duermes sola, y deseas amarlo en sueños... Y otra vez eres una muñeca entre sus manos.
Te quedas dormida,
lo sueñas,
lo despiertas y procuras ponerle veneno al último beso.
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