domingo, 4 de diciembre de 2011

Pensando en ti abue Naty

9:03 a.m.
Hoy amanecí con ganas de escribir sobre ti abue, quizás en estos 14 días desde que partiste a la fuente de todo, me he negado a publicar o liberar todo los sentimientos que me ha provocado tu partida física. Me ha llevado días asimilar que ya no te veré en la ventana, que ya no me recibirás con un abrazo y sonrisa después de mis viajes de trabajo, que no veré la novela contigo, que no me reiré más con tus ocurrencias y travesuras. Que hoy que mi vida empezaba a verse mejor, tú ya no estarás para disfrutarla. Me negaba a escribir porque no quiero llorar, porque en mi creencia, si lloró te ató a la Tierra, y no quiero eso para tu alma eterna, quiero que seas libre, que inicies tu nueva vida espiritual y que si reencarnas pronto, tenga la felicidad de saberlo. Siento un dolor intenso, que se mezcla con rabia. Son dos sentimientos que no quiero sentir, me sentía avergonzada de sentirlos siendo yo católica y que siempre he escuchado que cuando morimos regresamos al Padre, yo me niego a esa posibilidad contigo o me negaba en los dos primeros días.

Dios es sabio porque a través de cada uno de mis amigos y familia, me fue dando el consuelo que necesitaba, la sabiduría para entender el momento. Cada mañana abue desde que enfermaste le pedía a Dios que me diera sabiduría para entender la lección que tenía que aprender en tu enfermedad, sigo aún tratando de entenderla completamente. Pienso que la primera lección fue aprender a abandonarme en él a través de la oración. Los 4 días en que pude acompañarte mientras estabas entubada dormida, orábamos frente a tu cama con tía Olga, orábamos con el corazón. Recuerdo con claridad que te pedí que despertarás, que no le dejarás esa decisión tan dura a tus hijos, Dios fue grande y despertaste el viernes 4 de noviembre, mi corazón sintió una gran alegría, también tristeza porque el miércoles 9 tenía que regresar a Lima y mi corazón se quedaba contigo. ¡Cómo me hubiera gustado escuchar tu voz una vez más! Quizás por eso me duele tanto haber regresado, el tubo que tenía para respirar no te permitía articular palabras, tú te esforzabas pero no podías, me daba impotencia no entenderte, no poder ayudarte, Dios fue bueno conmigo porque en los 4 días que me quede contigo, logré comprender lo que pedías. Ahora entiendo la rabia que sentía cuando regresaba a Perú, no era tanto porque no me habían dado más días para quedarme, sino porque me sentía molesta con Dios por no permitirme quedarme contigo, porque sabía que si Dios quería yo me quedaba. Hoy la rabia se me fue porque entendí que mi misión contigo llego solo hasta antes de que te sacarán el tubo. La misión de acompañarte a cruzar el umbral de la vida, le tocaba a Liz, ella quien fue la persona que cumplió tu sueño de volver a ver a tus hijos, ver a una de tus nietas casarse, ella cumplió su misión hasta el día en que decidiste que tu misión de vida, en esta Tierra se había acabado. No sé si lograste cumplir mi pedido con respecto a Liz, confió en que sí.

Liz que se quedo todas las noches contigo dejando a su esposo en días de recién casados, Jorge siempre me pareció un hombre bueno, hoy creo que es más que bueno es un ser humano extraordinario que ha apoyado a Liz sin titubear. No me ha sido suficiente enviarte mensajes de voz con el Blackberry, Liz siempre te los hacia oir y ella me día la abue ha movido la cabeza y diciendo sí, cuántos de esos mensajes eran diciéndote que te portarás bien, que le hicieras caso a los médicos, porque mi prima Liz se desesperaba al no poder ayudarte, al sentir tu propia impotencia de hacer tú misma tus cosas, cuanta alegría me da haberte ayudado en esos momentos. Hoy sé que no importa cuanto lamente no haber estado con Liz en esas noches cuidándote, porque sé que tú valoras todo aunque el tiempo no te haya alcanzado para decirlo con palabras. Me quedo con tus palabras en tus primeros días de internamiento: “Hijita yo estoy muy agradecida contigo” tomando mi mano me lo dijiste, luego de la noche que pase contigo, y como para que no me quedara duda me volviste a decir que estabas muy agradecida conmigo por todo, te respondí que lo hacía por amor y que era mi manera de agradecerte por todo el amor que me habías dado durante mis 34 años. Tú siempre vas a ser mi segunda mamá, mi madrina de primera comunión, que más regalos que esos. Cuando pienso en mi cumpleaños de este año, me dan ganas de llorar porque todo triste me dijiste que no tenías para darme un regalo que me lo traerías de Estados Unidos, yo te dije: ¡Qué más regalo que estés conmigo! Y es cierto, mi mayor regalo es que hayas pasado mi cumpleaños conmigo, con mis amigos tomando vinito y comiendo torta a pesar que todo empezó muy tarde. ¡Gracias abue por eso!
 Abue yo te siento más cerca de nunca, tu sonrisa y tus ojitos traviesos me acompañan todos los días desde el 21 de noviembre en que partiste a la fuente de todo. He recopilado más de 600 fotos contigo y me he reído, llorado y meditado con cada una de ellas. Tu mirada nostálgica a través de la ventana y tu respuesta melancólica: “Ay hijita pienso en tantas cosas”. Es la lucidez con la que te mantuviste al final de los 91 años, que me duele saber que te fuiste con todas tus facultades mentales, que estabas consciente de tu estado, eso me duele. Me acuerdo cada vez que cierro los ojos nuestra despedida antes de que te entubaran: Vas a cuidar a tu tía! Si te respondí abue no te preocupes así lo haré. Yo intentaba ser la última en salir, no podía resistir la idea de no volverte a ver despierta, ya para salir del cuarto, me acerque nuevamente a darte un beso y tú me agarraste la mano y me dijiste: ¡No  te vayas, no me dejes sola! Me aguante las lágrimas y te dije que no podía, confía en Dios, tú eres fuerte y todo va a salir bien. Tus ojitos tristes me miraron y moviste la cabeza como aceptando esa idea. Fue duro luego verte nuevamente en cuidados intensivos, con ese tubo y tú dormida.

Fueron momentos duros abuelita, fueron 12 días duros para mí, más porque sabía que tenía que regresar a Lima, que ya no estaría a 7 minutos del hospital, sino a 8 horas de viaje por avión. Sólo me arrepiento de haberme quedado más noches contigo, me acuerdo de la noche en que me quede, de lo pendiente que estabas de mí, por eso no descansabas bien. Hasta cuando esta enferma te preocupas de todos. Me acuerdo al cerrar los ojos de nuestra despedida la noche del martes 8 de noviembre: me acerque a tu cama, te bese mucho las manos, la cabeza, te dije que te amaba mucho y que estaba muy agradecida contigo, sin soltarte la mano me aguantaba las ganas de llorar, sabía que si lo hacía iba a ser peor porque temprano le preguntaste a Liz por mí, yo aun no había llegado al hospital. Me dijiste que me amabas, logré entender tus palabras. Te dije que te esperaba en casa. Me resistía irme, tenía que hacerlo. En la puerta del cuarto te dije nos vemos una vez más en casa, en Perú. Te mande un beso volado y tú levantando tu mano me enviaste uno también como a veces lo hacías desde la ventana. ¡Ay, abue cuanta tristeza me da ese recuerdo! Al salir de Cuidados Intensivos me desmorone, lloré, lloré porque quizás en el fondo sabía que era la última vez que te vería, me negaba a aceptarlo, la idea no se me fue.

Abue eres una gran abuelita, gracias por tanto amor, por ser mi apoyo en este año que fue duro para todos, a inicios de año con la partida de mi tío Daniel, tú supiste ser el apoyo de mi mami, a quien querías como una hija. Hoy nos toca a todos ser fuertes como tú, como cuando cargabas las tablas del patio y las subías al techo de la cocina.

Mis recuerdos de niña se van contigo: comer mote con azúcar en la cocina, ensaladas de zanahoria y apio con bastante limón, tú fumando tu pucho de cigarro que escondías debajo del repostero, preparando chicha morada en la ollaza, tocándome la puerta en las mañanas diciéndome: Guane, y como eras sordita nunca escuchabas a la primera mi pasa abue, siempre terminabas tirándome la puerta de mi cuarto debajo de tanta tocarla, eso me hacía reír cuando te abría la puerta a medio vestir apurada por irme a la oficina y me mirabas con esos ojitos vivarachos, tu toallita de aseo al hombro, te miraba y pensaba que era la última vez que lo hacía.
Todo este año algo me anunciaba que sería el último contigo, tal vez porque te veía cansada y pensativa, quizás porque algo aprendí en el último año de mi abuelito Moisés. Cuando me tomaba fotos contigo pensaba quizás esta sea la última vez, e intentaba apartar ese pensamiento porque lo que piensas se realiza. Hoy sé que vienes con un plan de vida ya a esta Tierra y tú abue por más que quise que tu plan no terminará hasta que yo me casará, decidiste partir. Fue egoísta de mi parte que me prometieras vivir hasta que eso pase, cuando estabas dormida ¿recuerdas que te libere de esa promesa? Hoy sé que cuando me case tú y mi abuelito Moisés estarán en el altar, solo recuerda lo que te pedí.

Ya me siento más liberada de todo lo que llevaba dentro, sé que cuando tu cuerpo llegue a casa, será otro dolor más y también sé que tú finalmente descansarás, dejarás de andar por aquí y seguirás tu camino hacia la fuente de todo, es que siempre has hecho tu voluntad y no te quieres ir sin dejar todo según tus planes.
Me cuesta decirte adiós, no lo voy a negar, y sé que debo hacerlo. Intento no usar la palabra “pero” he leído que es negativa y nos detiene, por eso prefiero decirte abue que sí, te digo adiós de manera física, espiritualmente siempre estaremos unidas porque el alma nunca muere, solo se transforma.






Por cierto abue, me quedo una pregunta sin responder, la guardo para cuando nos volvamos a encontrar, confió en que esta vez sí quieras darme la respuesta.
10:00 a.m.

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