
Cuando crees que tendrás un resultado y no lo obtienes, la frustación se apodera de uno, pero puedes decidir cuál será tu actitud. Yo decidí cerrar mi puerta con llave, no atender a nadie, no contestar el celular y liberar todo lo que tenía atrapado por dentro. No sé si sea una buena elección, para mí lo es. Me liberé de mis pensamientos absurdos, lloré y lloré buscando que la rabia y el perdón no se mezclaran. Y como dice una de mis canciones favoritas: “Entre dudas nace la verdad” Nada más cierto, esa noche sola, meditando y dejando que todo salga, me dormí pensando como Scarlet en Lo que el viento se llevo: “Mañana será otro día”.
Y el martes fue otro día, tomé el día con agradecimiento y pensé en lo bueno de lo que sucedió el lunes, cuál era el aprendizaje. La noche anterior, confusión total, rabia, cansada fueron las palabras que más repetí en mi monologo nocturno. Al levantarme, pensé que siempre hay un nuevo día, pensé en que este era el momento de demostrarme que soy fuerte, que me levanto con más entusiasmo después de una caída. Que soy indestructible.
Estoy sumamente agradecida por las pruebas que me han tocado durante mi aprendizaje. La más dolorosa es que un miembro de mi familia no me hable, rezo cada día porque Dios toque su corazón y se de cuenta de mi intención al preguntarle como estaba. Nada es perfecto, eso lo sé muy bien, lo importante es que actitud tomaré frente a una situación determinada. Como leí hoy: “The more you know, the less you need to say” en el muro de Jim Rhon.
28 de marzo de 2012
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