domingo, 18 de abril de 2010

¡Qué diablos! ¡Qué cambios!



Son las 5:51 am, es domingo y ya que me desperté decido ir al baño, siempre me ha dado miedo bajar al baño, siento que me encontraré con algún fantasma en la planta vieja de mi casa. El baño está ocupado, regreso a mi cuarto a seguir leyéndote. Creo que te entiendo, el cambio siempre produce espanto, coincido con tu analista: Cuando sales de tu zona de confort, empieza la lucha. Te entiendo, el viernes con una entrañable amiga, chelas de por medio, me decía que lo mío era una excusa, que no le daba valor a mi trabajo.

La sola idea de cambiar de trabajo me da pánico, y otras veces me pasa la idea de renunciar, quizás venga algo mejor. Y para remate estan los cambios en la vida de mis amigas cercanas y primas: se convierten en madres. Y para remate anoche en el baby shower de una amiga del cole, una de ellas nos comentó que M había venido decidida a decirnos que debíamos ser madres: “Yo le voy a decir a las chicas que tengan su hijo ya, porque si no les va a pasar lo que a mi prima, murió su hijo en la barriga, y eso es por la edad”. Tal vez si ella no hubiera sido madre antes que nosotras, estaría en la misma situación que nosotras. Eso me provoco un ataque de rabia y entre todas “las no madres” decidimos agarrar de piñata a M. ¡Diablos! Estoy cansada de que la gente le eche la culpa todo a la edad.

Mi alarma sonó como siempre a las 5:30 a.m. Las ganas de ir al baño me ganaban y sin embargo abrí la página de Renato Cisneros, anoche en el twitter de Robotv, leí que había nuevo post o ¿quizás fue el viernes que lo leí? No estoy segura estoy días he llegado a casa tan cansada, que lo único que quería era dormir. Leer a las 5:51 a.m. el post de RC me hizo pensar en ese temor natural que tenemos al cambio, yo estoy aterrada. Quiero cambiar las cosas en mi vida y siempre estoy como paralizada, como si antes de dar un paso, mis pies fueran de plomo y no me dejarán avanzar. No sé por qué me cuesta tanto decidirme. Siento que una vez más estoy haciendo las cosas a medias. Amo Herbalife y no siento que esté haciendo mucho por mi negocio, mi trabajo actual me demanda nuevos retos. Lo único que me divierte es el club de fans de Jencarlos Canela. Trabajar por difundir su música en Perú, me pone en acción, me revitaliza. No sé me siento como mis primeros días en Herbalife con toda la emoción de lo nuevo.

Siento que me he apagado, aunque Giuliana diga que me admira porque hago muchas cosas, yo siento que todo es tan rutinario, que hacer lo que hago no es nada nuevo. Me gustaría aventurarme en un viaje sin retorno por el mundo, con mi mochila en la espalda, bueno en realidad con mi maleta, ya saben lo cachivachera que soy je,je. Y recorrer el mundo, aprender de los nuevos lugares, de países lejanos. Así soñaba de niña, yo creía que cuando uno crecía todo se podía alcanzar. Y ahora de adulta me doy cuenta que no se puede alcanzar si no has tenido un plan adecuado de vida… Quisiera volver a ser niña, a veces añoro tanto serlo. Sobre todo cuando siento que ser adulta me asfixia, que la toma de decisiones es exclusivamente tuya, ya tus padres no deciden a qué colegio irás, qué religión tendrás, que te comprarán de ropa. Cuando ya nadie decide por ti, es el momento más desafiante que puedes tener.

Yo siento que no he tomado buenas decisiones en mi vida y lo agradezco porque ahora no estaría escribiendo esto, no me estaría cuestionando, no tendría tantos desafíos por enfrentar: El trabajo, Herbalife, el club de Jencarlos, mi vida. Lo que sé es que estoy aterrada por la incertidumbre conmigo misma. Debería releerme siempre, una de mis frases es: Siempre consigo lo que me propongo. Y es cierto, si miro lo que he alcanzado, he logrado lo que buscaba.

El Universo se ha encargado de colocar en mi camino las pruebas que necesitaba para crecer, tengo ganas de llorar, llevo tiempo reprimiendo las lágrimas, me da miedo dejarlas salir porque viene a mi mente lo que papá me decía: “No llores por todo, sé fuerte” o lo que Mirtha siempre me decía de niña: “Eres una llorona”. Quizás estoy frente al momento de tomar una decisión importante para mí, tal vez este sea el momento que el Universo haya preparado para mí, esta poniendo contra la pared, una pared que me asfixia, que me reta, que frente a la cual no hay nada, podría salir huyendo si quisiera. Pero no, es como si una fuerza externa me aplastará contra esa pared fría y pesada. Tal vez sea, eso que llaman los “treinta”. Quizás sea solo esa necesidad de cambios en mi vida. Quizás sea solo tener el coraje de tomar mi vida otra vez, como cuando esa noche a los 17 años me dije a mí misma que estudiaría periodismo y que nada me detendría hasta ganar el Pulitzer. Y viví convencida por 5 años que esa sería mi vida, la vida puso en mi camino las prácticas en mi actual trabajo y allí me quede, llevo 9 años en la empresa. Le debo mucho en todo sentido y sería ingrato de mi parte renegar por lo aprendido. Pero quiero más, sé que ya no quiero marcar tarjeta, que deseo ver el sol cada mañana, caminar a las 9 de la mañana sin tener que correr, que deseo ver a mis hijos crecer-Claro si es que ellos llegan- sin pedir permisos laborales para estar con ellos.

Son las 6:53 am y llego a la conclusión que estoy en el momento de quiebre, a mis 32 años he llegado al límite de mi zona de confort, esa línea que me mira y me dice: Vanessa es hora que pases la línea, te pongas incómoda y trabajes por lo que realmente quieres. ¿Y qué es lo que realmente quiero? Esa es la pregunta más desafiante que me he hecho en los últimos 3 meses. ¿Qué es lo que realmente quiere Vanessa? Y viene esa respuesta de lo hondo de mi alma: Libertad financiera. Llegar a fin de mes con la certeza que mis cuentas serán pagadas sin angustias. Y eso porque han sido mis decisiones financieras las que me han quitado el sueño, las que han angustiado a mi familia.

Y hoy 18 de abril a las 6:57 a.m. he decidido que ya no serán un problema, que dejaré que el Universo haga su trabajo, que Dios haga su trabajo porque él siempre me escucha. Y sé que Dios me dará la antigua fuerza que tenía de adolescente cuando luchaba con Papá para que me dejará ir a la parroquia. Me devolverá la antigua fuerza con doble efecto ja,ja Porque a los 32 años se necesita más para enfrentar tus propios miedos, porque ya razonas, porque sabes que todo tiene un precio en esta vida. La pregunta es si yo estoy dispuesta a pagar ese precio.

Hoy domingo será un día de reflexión para mí. Luego del cual sé que veré la luz, ja,ja esa frase siempre me ha gustado. Y estoy segura que la edad tiene mucho que ver, y no con ser madre como sugiere mi amiga MV, sino con la capacidad que tiene uno para aceptarse como es y trabajar en el desarrollo personal, con el mismo entusiasmo que uno tiene en la historia de conquista de una pareja.
Siempre he creído que las cosas suceden por algo y hoy ese algo se llama: Miedo. Como dice mi amiga Karla: “El miedo te paraliza o te lleva a la acción”. Y yo quiero que me lleve a la acción.

Seguiré escribiendo hoy porque eso me devuelve la vitalidad, es lo que más amo, es en donde me siento libre. Es lo único que me devuelve los años de infancia, de niña siempre fui tímida y mis diarios eran mi única compañía, allí creaba las historias de juegos más fantásticas con Unicornios y princesas, allí también me enamoraba del cantante más joven de los NKOTB, allí pasaba mi primera pena de amor, allí también pelaba con furia por mis sueño, allí amaba y odiaba. Allí escribí lo que sentí en mi primera vez, allí también se quedaron las palabras de rabia por su abandono, allí también guarde el secreto de un amor no correspondido y allí sigo escribiendo mis sueños, mis metas, leyéndolas cada mañana y noche, como si fuera un conjuro mágico que en un determinado momento como en mis libros de cuento se harán realidad.

Y mientras eso pasa, me negaré como El Principito a convertirme en adulto, conservaré la inocencia de la niña, los ojos de asombro ante la naturaleza pero sobre todo la despreocupación por los problemas que tienen los niños. Porque lo bueno estar por venir y estaré allí para vivirlo.
V.C.Y
7:11 a.m.
32 años

2 comentarios:

Giancarlo dijo...

Bueno, yo creo que los treinta es la edad de oro. Tu reflexión es interesante porque lo abordas sin pesimismo, aunque con algo de nostalgia.

Por supuesto, yo me quedo con la última frase del párrafo final: "Porque lo bueno está por venir y estaré allí para vivirlo".

Lo mejor de toda es jamás perder la memoria.

Un abrazo.

zancudo dijo...

Muchas veces la vida se vuelve melancolica y ese mismo sentimiento nos hace mutar momentos que actuan entre razòn y el corazòn. Sòlo bastara con orar todos los dìas para que Jesùs te direccione y zafe esa tristeza que llevas en la medula del corazòn. Animo nunca pierdas esa alegria y ten mucha paciencia con los cambios. Acuerdate que solo seguiras abrazada en el jardìn de su amor siempre que lo tengas en el corazòn. Abrazos del Zancudo. Angelo.