miércoles, 9 de enero de 2008

Camino al Olivar



Hoy sin duda no ha sido mi mejor mañana. Aunque intenté hacer lo correcto en casa, siempre encuentran la forma de hacerme sentirme mal, mejor dicho: Dejo que me hagan sentir mal.

Irremediablemente recurrí a las lágrimas, que seguramente ni mi hermano ni mi papá notaron, porque cada uno de ellos siempre va concentrado en sus “cosas”. Inevitablemente y por más que me repetía: “No hay porque llorar, las cosas malas que te pasan te preparan para lo bueno que vendrá”, mis ojos seguían aguados.

En la vida no hay víctimas ni victimarios, eso lo tengo claro pero mi personaje Drama Queen aparece cuando menos lo quiero. Una conversación por la mañana con mi jefe me devolvió la cordura, eso de exponer tu insatisfacción profesional con altura, es realmente una j.... porque debo esconder mi vehemencia para decir las cosas que realmente pienso ante mi jefe. Me daba ganas de decirle: Me cansé de hacerle ahorrarle dinero a Cable Mágico y que no reconozcan el esfuerzo diario que hacemos los de marketing. No mi jefe porque él si lo hace, pero como esto tendrá fin en julio de 2008, no debo desesperarme.

Hoy es una de esas mañanas en que me cuesta levantarme, en que odio viajar en combi, tener un cuarto enano sin pc ni tv, en que odio el espejo porque no veo a una modelo reflejada en su superficie. Esta mañana me volví a sentir un patito feo. Con esa insatisfacción personal llegue al trabajo. Nada más contraproducente que mostrarte débil, aunque siempre responda ¿ y cómo estas?... Muy bien. Hoy soné falsa.

Así que aproveche que fui al Centro Cultural de la Católica para tomar aire, para respirar y para tranquilizar mi garganta que contenía mis lágrimas, ¡que ganas de poner a llorar!. Termine el trámite que tenía que hacer y camine hacia Peti Thouars- no estoy segura que se escriba así- ¿y si camino hasta la arequipa?, al fondo El Olivar, árboles verdosos, poca gente, un jardinero. ¿Cruzo o no cruzo? Y ¿si me asaltan? En fin sólo excusas para no cruzarlo. Finalmente decidí irme caminando hasta mi trabajo. Me adentré en El Olivar, ¿Cómo habrá sido antaño? Cuando colgaban los frutos del olivo, esos que disfruto tanto y que como si fueran uvas. Empiezo a sentir tranquilidad a medida que siento el césped recién cortado, escuchó a los pajaritos y veo esas casas con aires de cuento. Sigo caminando pensando en lo frágil que son mis estados de ánimos, arengándome por dentro: SI SE PUEDE, SI QUIERES PUEDES!!! Nada es eterno!!. Y me decido a cambiar lo que no me gusta, a ser menos llorana. Es el bosque El Olivar que me ha devuelto la energía, es quizás lo que me hace falta estar en contacto con la naturaleza, conmigo mismo. Nadie es capaz de cambiarte, sólo de ti depende cambiar lo que no te gusta.

Hoy tuve uno de esos días que no extraño, uno de esos días en los que me siento minúscula, insignificante. Pero ya se termina y la noche me depara buenas noticias.

Ya tengo que salir del Olivar, ¡que pena! La salida que me indicó la policía motorizada, felizmente no le dije señor, para mi sorpresa desemboca a Santa Cruz, ruido, carros, bocinas y la sensación de hastío me quiere embargar otra vez, no la dejo. Camino hacia a Aramburu, los mismos puestos, la tentadora canchita serrana, sigue de largo no más Vane, muy temprano para picar. Llego al cruce de Aramburu con paseo de la república, se levanta como un coloso el edificio donde trabajo. ¡Volver! Me siento y descubro dos mails, los leo y me recuerdan hacer lo básico, me inspiran y sólo me queda decirle adiós al 9 de enero a las 5:27 pm. ¡Chao tristeza!